La arquitectura de todos los tiempos
Desde los orígenes de
la humanidad, la arquitectura ha cumplido como primera función la protección
contra los elementos atmosféricos. Ante cualquier condición climática la
arquitectura tiene como objetivo conseguir un cierto grado de confortabilidad. Pero no sólo el clima
es un elemento imprescindible a tener en cuenta en la arquitectura. El contexto
social, tecnológico y cultural han jugado y juegan un papel muy importante.
Con el paso de los
años, éstos valores pierden fuerza en algunas partes del mundo en las que
aparece el mercado comercial globalizado y la prefabricación. En muchos casos,
pasan por delante otros elementos que se consideran mucho más importantes, como
la estética, la rapidez, la mano de obra barata o el uso de materiales modernos
entre otros.
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Edificio de adobe, Tataouine (Tunisia) |
En el movimiento
Futurista del siglo XX, por ejemplo, dónde hay un rechazo de la arquitectura
del pasado, eligen sus materiales según cálculo, audacia y simplicidad; y el
clima, el lugar y la proximidad de los materiales carecen de importancia.
En cambio, Adolf
Loos, en su manifiesto si que hace referencia a una arquitectura vernácula
cuando nos explica cómo un granjero se construye su propia casa según sus
necesidades y sin tener en cuenta si es bonita o no.
O el mismo Le
Corbusier, que aunque defendía las casas producidas en serie y admiraba a los
ingenieros, en sus viajes al mediterráneo se maravillaba y aprendía de una
arquitectura sencilla y práctica.
Podríamos decir que
la arquitectura vernácula siempre se ha llevado a cabo en mayor o menor grado,
y que actualmente está cobrando más fuerza debido al interés por la sostenibilidad :
uso de materiales de proximidad, ahorro energético, etc. Pero en muchos casos,
la sostenibilidad es solamente una “etiqueta” que se emplea de una manera muy
banal.
Por ejemplo, ¿porqué
un hecho tan obvio como la implicación de la mano de obra local es de tan
difícil aplicación? Con la globalización, en muchos países, la mano de obra
nativa no tiene ocasión de intervenir en las construcciones de su propio país. Sin
embargo, cuando un edificio se construye con la implicación de la mano de obra
local, se establece una gran relación entre el usuario y el edificio, que favorece
el propio mantenimiento de éste. El usuario conoce los materiales y los sistemas
constructivos autóctonos. El usuario quiere su edificio.
Algunos arquitectos
actuales, como Anna Bofill, nos hablan de esta relación entre el usuario y el
edificio cuando el usuario lo siente suyo. Y de cómo el diseño de los edificios
pueden fomentar o apaciguar los conflictos. Es decir, que si se construye
teniendo en cuenta los intereses y deseos de las personas que usaran estos
edificios, incrementa la sensación de confort y el cariño hacia éste,
disminuyendo comportamientos como, por ejemplo, el vandalismo urbano.
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